POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 225

l rey Felipe VI recibe a Andrés Allamand, secretario general iberoamericano, en la antesala de la XXX Cumbre prevista para 2026 con España al frente de la Secretaría pro tempore. (Madrid, 6 de noviembre de 2024). GETTY

¿Por qué importa la Comunidad Iberoamericana?

La Comunidad Iberoamericana es un espacio para el diálogo político y para el comercio y la inversión entre sus integrantes. Afianzarla es fundamental para fortalecer a los países que la forman y conjurar juntos los actuales desafíos del mundo.
Andrés Allamand
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¡Por qué no te callas!”, le dijo el rey Juan Carlos al presidente de Venezuela Hugo Chávez durante la plenaria de la Cumbre de Jefas y Jefes de Estado de la Comunidad Iberoamericana que tuvo lugar en Chile en 2007. Si en esos tiempos hubieran existido redes sociales no hay duda de que habría sido trending topic mundial.

El episodio tuvo una alta resonancia en los medios de comunicación y las Cumbres adquirieron notoriedad internacional. Pero no fue el único episodio memorable: Fidel Castro, en una reunión reservada en la que los líderes iberoamericanos discutían sobre la periodicidad de éstas, esto es, si debían ser anuales o bienales, pidió la palabra: “La verdad, dijo, es que el debate me tiene sin cuidado. Yo soy el único que está seguro de participar en todas las futuras Cumbres”.

La broma arrancó carcajadas, aunque el líder cubano se equivocó. Las Cumbres siguen teniendo lugar, sin interrupciones, desde 1991, esto es abarcando ya 34 años, con el desafío de seguir adaptándose al contexto y a las necesidades de sus miembros.

Hoy, contar con instancias de diálogo político y espacios de cooperación cobra una especial relevancia, y la experiencia de la Comunidad Iberoamericana ofrece algunas pautas que pueden servir de referencia en tiempos de aguas turbulentas. Dicho de otro modo, hoy es más imprescindible que nunca reivindicar el proyecto iberoamericano.

Al hablar de la Comunidad Iberoamericana hay que tener en cuenta algunas magnitudes. Se trata de una agrupación de 22 países, los 19 de América Latina que hablan español y portugués y los tres de la Península Ibérica. Tiene más de 680 millones de personas, equivalentes al 9% de la población mundial, y ocupa una superficie de más de 20 millones de kilómetros cuadrados, es decir el 16% del planeta. Aporta el 8,6% de PIB mundial y representa un 11% de los miembros de Naciones Unidas. Es una potencia global desde el punto de vista de los recursos naturales: alberga el 40% de la biodiversidad del planeta y más del 60% de las especies terrestres; es el depósito de un tercio de las reservas de agua dulce, un quinto de los bosques y un décimo de los suelos cultivables. Genera el 14% de la producción mundial de alimentos y el 45% del comercio internacional neto de productos agroalimentarios. El llamado “triángulo del litio” (Chile, Argentina, Bolivia) atesora el 60% de las reservas mundiales. También posee el depósito del 52% del cobre y el 40% de las tierras raras. Y, por último, es un espacio de gran interés geopolítico. Estados Unidos y China, sus principales socios comerciales, la ven como una región estratégica y Europa es el principal inversionista directo.

 

Importancia de la institucionalidad

En la antesala de la XXX Cumbre prevista para 2026, la SPT (Secretaría pro tempore) a cargo de España, ha realizado consultas con todos los países, recogiendo insumos que servirán, en palabras del ministro de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación, José Manuel Albares, para “reafirmar la Comunidad Iberoamericana”, contribuyendo con ello a la puesta a punto del proyecto a 35 años de su nacimiento.

 

«La fuerza de la Comunidad Iberoamericana reside en haber creado una institucionalidad que le da estructura y continuidad en el tiempo»

 

En la partida hay que tener presente que sus miembros comparten una afinidad que proviene de raíces en la historia, la cultura, las lenguas, el mestizaje y las migraciones bidireccionales.

Sin embargo, su fuerza reside en haber creado una institucionalidad que le da estructura y continuidad en el tiempo, por encima de los cambios políticos que tienen lugar en los países. Esta voluntad de permanencia estuvo presente desde la primera Cumbre Iberoamericana de Jefes y Jefas de Estado y Gobierno, en Guadalajara, México, en 1991: “Representamos un vasto conjunto de naciones que comparten raíces y el rico patrimonio de una cultura fundada en la suma de pueblos, credos y sangres diversos. Tras 500 años de nuestro primer encuentro, y como uno de los grandes espacios que configuran el mundo de nuestros días, estamos decididos a proyectar hacia el tercer milenio la fuerza de nuestra Comunidad”.

Al inicio, el mecanismo de Cumbres surgió fundamentalmente como un espacio para el diálogo político del más alto nivel. No había entonces demasiadas ocasiones para que los líderes se juntaran personalmente, compartieran experiencias y adoptaran posiciones comunes.

Más adelante, se incorporaron reuniones ministeriales de preparación de las Cumbres y, simultáneamente, se dio curso a una innovadora forma de cooperación (distinta de la Norte/Sur, Triangular y Sur/Sur), la Cooperación Iberoamericana. En 2005 se creó la Secretaría General Iberoamericana (SEGIB), con sede en Madrid, cuyo rol principal es dar apoyo “institucional, técnico y administrativo” a la Comunidad y contribuir a su “fortalecimiento, cohesión y proyección internacional”. A la SEGIB, que celebra este año su vigésimo aniversario, también se le mandató coordinar la acción sistémica de la Comunidad junto con los cuatro organismos sectoriales iberoamericanos: la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), la Organización Iberoamericana de la Seguridad Social (OISS), la Conferencia de Ministros de Justicia de los Países Iberoamericanos (COMJIB) y el Organismo Internacional de Juventud para Iberoamérica (OIJ).

El funcionamiento de la Comunidad, cimentado en el valor de lo compartido, se basa en tres principios fundacionales: la horizontalidad, ya que todos los países participan en pie de igualdad y no hay primus inter pares; el consenso, aspecto nuclear de su marco conceptual, esto es, que todas las decisiones se adoptan por el acuerdo y no objeción de sus miembros; y la no exclusión, puesto que las diferencias entre sus miembros no derivan en la marginación de ninguno de ellos como ha ocurrido en otras organizaciones.

El apego a tales principios ha hecho posible aumentar la afinidad natural entre los países y sus sociedades, hasta generar lo que se ha llamado el “acervo iberoamericano”. Un patrimonio que no sólo recoge el pasado, sino que lo supera mediante la adopción de valores compartidos por sus miembros. Entre los principales, destacan la adhesión a la paz y a la Carta de Naciones Unidas, el compromiso con la democracia y el respeto a los derechos humanos y el respaldo al multilateralismo. A ellos se han sumado posteriormente la igualdad de género y el cuidado del medio ambiente. Hoy alcanza materias más contingentes como el apoyo a una transición digital inclusiva y centrada en los derechos de las personas.

Todo ello es lo que le permitió al rey Felipe VI reafirmar su compromiso con Iberoamérica y aseverar en 2021 que: “Lo que nació en Guadalajara hace 30 años ha ido evolucionando y consolidándose como una Comunidad de Naciones que representa una vibrante realidad que nos reúne a todos”.

 

¿Cómo opera la Comunidad Iberoamericana?

La Comunidad Iberoamericana opera en tres niveles. El nivel político es aquel en que los países adoptan decisiones, determinan las prioridades estratégicas e impulsan la proyección internacional. Sus espacios más relevantes son las Cumbres de Jefas y Jefes de Estado, las reuniones de Ministros de Relaciones Exteriores y las reuniones ministeriales sectoriales.

El nivel operativo es el que desarrolla las múltiples actividades de la Cooperación Iberoamericana que tiene una fisonomía única. Los países participan en forma horizontal y sin condicionalidades, trabajando para lograr objetivos comunes, como el abordaje de problemas globales, el fortalecimiento de políticas públicas o la ampliación de oportunidades para los ciudadanos.

 

«Los países participan de forma horizontal y sin condicionalidades para lograr objetivos comunes que beneficien a sus ciudadanos»

 

La cooperación iberoamericana se ejecuta, fundamentalmente, a través de una serie de programas, iniciativas y proyectos adscritos (los conocidos como PIPA). Hoy hay más de 30, que abarcan materias tan distintas como el estímulo a la coproducción de películas y documentales (IBERMEDIA); el fomento, la conservación y el desarrollo de las lenguas indígenas (Instituto Iberoamericano de Lenguas Indígenas, IIALI); la promoción del acceso a la justicia (Programa Iberoamericano de Acceso a la Justicia, PIAJ); o la prevención y eliminación de la violencia contra las mujeres (Iniciativa Iberoamericana para Prevenir y Eliminar la Violencia contra las Mujeres).

Existe, además, un extenso entramado de Redes Iberoamericanas, en las que participan tanto entidades públicas como privadas, que se ocupan de materias tan distintas como el adecuado manejo de los recursos hídricos (Conferencia de Directores Iberoamericanos del Agua, CODIA); la promoción de la innovación y el emprendimiento a través de las Universidades (Red EMPRENDIA); el impulso de la participación de mujeres en la prevención y mediación de conflictos (Red Iberoamericana de Mujeres Mediadoras, RIMM) o el perfeccionamiento normativo de la protección de datos (Red Iberoamericana de Protección de Datos, RIPD), entre otras muchas.

Además de los programas y las redes, la SEGIB debe dar cumplimiento a los mandatos de cooperación que recibe del nivel político. En la Cumbre de República Dominicana de 2023, por ejemplo, recibió el encargo de implementar la Carta Iberoamericana de Principios y Derechos en Entornos Digitales.

El nivel multi-actor incorpora una amplia gama de instituciones, fundaciones, corporaciones, universidades, colegios profesionales y ONG, que se organizan bajo el concepto de lo iberoamericano, ampliando la acción de la Comunidad más allá de lo gubernamental. Son expresiones de este nivel el Encuentro Empresarial, la Unión de Ciudades Capitales Iberoamericanas, el Encuentro de la Sociedad Civil y el Foro Parlamentario.

 

Una mirada global y regional

Durante más de 30 años la Comunidad Iberoamericana ha prestado atención a los cambios en el paisaje global, ya que uno de sus objetivos es la inserción y proyección internacional de la región.

 

«El giro radical de EEUU tiene un gran impacto porque este país impulsó durante décadas, con energía, el actual orden mundial»

 

Hoy, este contexto está marcado por el cuestionamiento del orden mundial, incluyendo tanto su arquitectura política como financiera. Ello se explica, en parte, porque dichas estructuras responden más a la realidad post Segunda Guerra Mundial que a la actual. También influye la incapacidad (o falta de voluntad) de los países para reformarlas.

Al respecto, el giro radical de Estados Unidos está teniendo un gran impacto porque este país impulsó durante décadas y con energía el actual orden mundial. Hoy, como lo expresó con claridad el secretario de Estado, Marco Rubio, en su audiencia de ratificación en el Senado, el gobierno de Estados Unidos piensa que “el orden global de la post guerra no sólo está obsoleto: es ahora un arma que se utiliza contra nosotros”.

El mundo asiste al retorno de la guerra y los conflictos armados. No solo hay que contabilizar la guerra de Ucrania y el enfrentamiento bélico en Oriente Medio, sino que hay que agregar los más de 50 conflictos armados activos, en los que de alguna forma participan, con distintos grados de implicación, más de 90 países.

El gasto militar en defensa a nivel global superó en 2023 en más de tres veces lo que se destinaba en 2000. Y continuará aumentando.

Al mismo tiempo, nadie discute el retroceso de la democracia, que viene siendo acreditado desde hace aproximadamente una década y media por quienes miden su calidad, como la ONG Freedom House o The Economist.

Esta “involución”, una “contramarea” a las olas de democratización que tuvieron lugar desde principios de los años noventa en el siglo pasado, favorece a los regímenes autoritarios, los que, por su inclinación hacia los conflictos vecinales y su menosprecio por las organizaciones supranacionales, afectan negativamente la convivencia internacional.

El auge de los actores no estatales, como son los mega conglomerados tecnológicos, cuyo patrimonio supera con holgura el PIB de muchos países, también ha incidido en la alteración del mapa del poder internacional. Los conflictos regulatorios son el campo en que aquellos desafían a los Estados e incluso tensionan a las organizaciones internacionales.

Por último, en 2024, el calentamiento del planeta superó el límite de 1,5 grados respecto de los niveles preindustriales, provocando eventos climáticos extremos, como se pudo sentir en las inundaciones en California (enero), Golfo Pérsico (abril), Porto Alegre (mayo) y España (octubre).

El cambio climático amenaza a millones de personas que viven en áreas altamente expuestas, lo que generará flujos migratorios nunca vistos que tensionarán fuertemente el orden internacional.

La sumatoria de estas tendencias y otras que podrían agregarse (como la consolidación del auge de Asia, ya no sólo protagonizado por China sino también por India), por su dominante intensidad y alcance general, permiten concluir que la reconfiguración del orden mundial es un proceso, quizás sin retorno, que ya se ha iniciado.

En América Latina también se observan tendencias que deben tenerse en cuenta. Es ostensible el debilitamiento de las instancias de diálogo y concertación política que convive con una inédita fragmentación. Hay muchas diferencias entre todos los países respecto de casi todos los temas principales de la agenda y parece haberse olvidado el consejo de Enrique Iglesias, primer Secretario General Iberoamericano: en tiempos álgidos es mejor “navegar en convoy que en solitario”. Al contrario, parece prevalecer la idea de que es mejor, por ejemplo, entenderse cada uno por su cuenta con las dos grandes potencias con presencia en la región como son Estados Unidos y China.

También es parte del paisaje la llamada “ideologización” de las relaciones internacionales, tanto en el nivel bilateral como regional. Ha retrocedido la idea que éstas debían ser de “Estado a Estado” más que de “gobierno a gobierno” para asegurar que fueran estables y no dependieran de los cambios políticos transitorios producto de resultados electorales.

Por último, hay que considerar el estancamiento del proceso de integración, en parte influido por la mentada “ideologización” y en parte condicionado por un cierto decaimiento de la voluntad política en torno a aquel.

Si a las tendencias globales se agregan las regionales, el cuadro que resulta es que América Latina no sólo vive momentos convulsos, sino que enfrenta un gran desafío: debe necesariamente aumentar su gravitación internacional para influir en la fisonomía del nuevo orden mundial.

 

Afianzar la Comunidad Iberoamericana

Ante tal amenazante panorama, los países de América Latina debieran, entre otras iniciativas, afianzar la Comunidad Iberoamericana.

Tal esfuerzo debe ser simultáneo al de sus integrantes europeos para idéntico propósito, asumiendo que ellos están en una posición privilegiada para contribuir a hacer realidad la afirmación de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen en cuanto a que: “La Unión Europea aspira a ser el socio preferente de América Latina”.

 

«América Latina debe necesariamente aumentar su gravitación internacional para influir en la fisonomía del nuevo orden mundial»

 

Una alianza estratégica entre Europa y América Latina –uno de los propósitos de la Comunidad Iberoamericana– haría a ambas más fuertes y por ende más autónomas. A diferencia de lo que ocurre con otras regiones en distintas partes del mundo, entre ellas no compiten: si se unen, automáticamente se complementan y se hacen más fuertes. Sin ir más lejos, ambas regiones alcanzan un tercio de los votos en Naciones Unidas.

Afianzar la Comunidad Iberoamérica significa, al mismo tiempo, fortalecer a todos los países que la conforman y lograr que su presencia conjunta gravite para conjurar los actuales desafíos que enfrenta el mundo.

Hay un valioso activo político en su actuación ininterrumpida desde hace casi 35 años, manifestada, sobre todo, en la continuidad de las Cumbres, así como en el compromiso y la activa participación de los países en la Comunidad. Tal activo permitió, en medio del fragmentado contexto actual, aprobar unánimemente Cartas Iberoamericanas en materia digital y ambiental y una resolución promoviendo cambios en la arquitectura financiera internacional.

A su vez, los logros de la cooperación iberoamericana muestran que los países que integran la Comunidad tienen una asentada tradición de trabajar juntos, que la habilita para asumir las tareas que sus líderes, a través de ella, se propongan.

Tres ejemplos muestran estos resultados:

– Desde 1998, IBERMEDIA es un programa que ha apoyado más de 3.300 proyectos audiovisuales y favorecido el trabajo de más de 3.000 empresas y 11.000 profesionales del sector audiovisual. Una mujer fantástica, del director chileno Sebastián Lelio, ganó el Óscar a la mejor película de habla no inglesa en 2017.

– El Programa Iberoamericano de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (CYTED) ha logrado la participación de más de 55.000 personas provenientes de más de 5.000 instituciones iberoamericanas. En términos de publicaciones científicas, más de 4.000 trabajos que mencionan a CYTED aparecen recogidos en la Web of Science.

– Por último, la cooperación Sur-Sur se ha convertido en una seña de identidad de la región. Más de la mitad de los países iberoamericanos ha superado las mil iniciativas anuales, como refleja el informe de Cooperación Sur-Sur y Triangular, que desde hace más de quince años elabora SEGIB y que es una referencia mundial en este terreno.

Hacia adelante y para afrontar los desafíos antes enunciados, la Comunidad Iberoamericana debe asumir una serie de orientaciones. La primera, hablar con una sola a voz, consolidando el diálogo y la concertación política, hoy más necesarios que nunca. El clima de respeto por las distintas posiciones y la búsqueda del consenso que la caracterizan es una base sólida para avanzar en esa dirección. Además, podría impulsar posiciones regionales frente a problemas globales, que deben ser propuestas y defendidas en las instancias internacionales.

La Comunidad Iberoamericana ha demostrado que es posible crear y desarrollar instancias y mecanismos de cooperación en los que el intercambio de experiencias, el trabajo conjunto y la priorización en buscar soluciones a materias apremiantes trae beneficios tangibles a todos los participantes. Cuando algunos han resuelto abandonar la cooperación internacional o reducirla a niveles mínimos, hay que hacer justo lo contrario: aumentarla y profundizarla en todas las materias.

Asimismo, es necesario desarrollar estándares y marcos regulatorios a nivel regional, especialmente en sectores como la inteligencia artificial, la computación cuántica o la neurotecnología. Esto posicionaría a los países en un mejor pie para exigir su cumplimiento, por ejemplo, a las grandes multinacionales tecnológicas. Los estándares comunes son también un aliciente muy importante para las empresas que aspiran a invertir en tales desarrollos, ya que adaptarse a marcos diferentes en cada país afecta su competitividad. Ya se han adoptado estándares iberoamericanos, por ejemplo, en materia de protección de datos y hay que perseverar en el esfuerzo.

 

«Afianzar la Comunidad Iberoamérica significa fortalecer a los países que la conforman y conjurar juntos los desafíos mundiales»

 

En esta enumeración no hay que olvidar la importancia de la creación de derechos. La Comunidad Iberoamericana es un espacio para el diálogo y la concertación política y para el comercio y la inversión entre sus integrantes. Pero es mucho más: es también un espacio de otros múltiples intercambios en que se comparte una cultura común con expresiones en la literatura, la música, la pintura y en general en las artes. Sin ir más lejos, es un espacio para las migraciones: tres millones de latinoamericanos viven en España mientras que 1,5 millones de españoles lo hacen en América Latina.

Hay un gran trecho para avanzar en la creación de derechos iberoamericanos, es decir, aquellos que se pueden ejercer en cualesquiera de los países que la integran. Un importante precedente es el Convenio Iberoamericano de Seguridad Social, que permite a quien ha trabajado en diversos países “acumular” sus cotizaciones para la jubilación.

 

Ante el convulso contexto internacional

La gravitación internacional de los países depende de su poder real, el que puede ejercerse a título individual o en conjunto con otras naciones.

Los países caracterizados por estabilidad democrática, alto desarrollo económico, cohesión social y liderazgo científico y tecnológico están mejor equipados para intervenir en la arena internacional que aquellos que carecen de tales atributos. Por lo mismo, todo aquel que quiera tener influencia “puertas afuera” debe fortalecerse “puertas adentro”. Tal es el razonamiento tras los que afirman que “la mejor política exterior es la interior”.

Al mismo tiempo que procuran aumentar su poder “interior” los países dan vida a comunidades, forjan alianzas, crean uniones, integran organizaciones y se agrupan en distintos formatos. La Comunidad Iberoamericana es un claro ejemplo de una organización que suma a todos sus integrantes, agregando valor al conjunto.

Hoy el núcleo fundamental de los principios que estuvieron en la génesis de la formación de la Comunidad Iberoamericana está amenazado. Así, el “acervo” incluye, por ejemplo, el apoyo irrestricto a “la democracia y los derechos humanos”, el respeto a “la soberanía, no intervención e integridad territorial” de los Estados y la promoción del libre comercio en el marco de “una economía mundial abierta”. Tales objetivos se plasmaron en la Cumbre de Guadalajara en 1991 y el compromiso con ellos se encuentra plenamente vigente.

La defensa de estos principios es una tarea irrenunciable para la Comunidad. Y no se trata de una defensa meramente testimonial: tras ellos hay intereses legítimos que urge preservar.

Todos los países de la Comunidad Iberoamericana tienen interés en que no continúe la erosión de la democracia, hoy bajo el asedio del populismo autoritario. Tal peligro, potenciado por la desinformación y la influencia muchas veces tóxica de las redes sociales, atraviesa fronteras y se enquista en las sociedades.

De igual forma, todos tienen interés en que se mantenga incólume el respeto a la soberanía e integridad territorial de los Estados, ya que es un cortafuego para cualquier afán expansionista o amenaza de anexionar regiones o instalaciones.

Por último, para los países de la Comunidad Iberoamericana es necesario el libre comercio basado en reglas, que ha traído prosperidad a todas las naciones, pero es imprescindible para aquellas con menos desarrollo, ya que es la vía obligada para dejar atrás la pobreza.

La Cumbre de Madrid que tendrá lugar a finales de 2026 debiera ser aquella en que la Comunidad Iberoamericana renueve el proyecto nacido en 1991, reafirme sus principios, refuerce su cooperación y dé nuevos bríos a su proyección internacional, además de modernizar sus procedimientos de trabajo contribuyendo –en un mundo convulso e incierto– a un futuro de paz, justicia y prosperidad.

Y para ello contamos con el liderazgo de la secretaría pro tempore de España, del compromiso y determinación de todos los países miembros, y del trabajo permanente e incansable de la Secretaría General en beneficio del proyecto iberoamericano que mantiene, hoy más que nunca, toda su vigencia para proyectarse hacia el futuro.